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Podemos definir el coaching de equipos como “un proceso de acompañamiento a un equipo de trabajo para que éste logre alcanzar unas metas determinadas que él mismo se marca”.

Si bien quizás es menos conocido que el coaching individual, su objetivo es el mismo. Un proceso de coaching tiene como misión “acompañar de forma no directiva desde la reflexión a la acción”. Y, sobre todo, de que el destinatario del proceso de coaching (bien sea una persona, bien sea un equipo) genere un “aprendizaje” que le permita que sus futuros proyectos de mejora sean más fáciles de gestionar, por disponer de recursos o herramientas para poder abordarlos.

Lógicamente, para la persona que ejerce como coach el hecho de trabajar con un equipo implica algunos cambios respecto al coaching individual. Uno de ellos es que una de las primeras cosas a realizar es la de establecer lo que se conoce como “alianza del equipo”. La alianza del equipo supone que el propio equipo debe definir las normas o pautas de conducta que las personas del equipo deberán utilizar mientras dure el proyecto. En este sentido, la alianza es fundamental, porque son normas no-impuestas, que nacen y se negocian desde el propio equipo y que obligan a todos sus miembros.

Otra de las grandes diferencias respecto al coaching individual es la necesidad de ir alcanzando consensos lo más amplios posibles a lo largo del proceso. Consensos sobre el diagnóstico de situación (de dónde venimos, dónde estamos, cómo estamos), sobre los objetivos o metas, y sobre las acciones que el equipo deberá tomar para conseguir que dichos objetivos se conviertan en realidad. Todo ello supone un utilísimo ejercicio de reflexión compartida que es siempre muy enriquecedor para el equipo como tal y para las personas que lo conforman. Y también un ejercicio de empatía para conseguir “enganchar” al proyecto a los miembros del equipo que se encuentren más reticentes.

Además, la utilización de dinámicas clave en el coaching, como las analogías para explorar la realidad y ayudar a alcanzar niveles profundos de conciencia, o diferentes ejercicios y juegos en equipo para crear opciones innovadoras, permiten que todo el proceso sea realmente un ejercicio continuo de “creación” por parte del equipo, por lo que la solución encontrada es siempre “su solución”, y además una solución “co-creada”, lo que sin duda se constituye en un elemento enormemente facilitador para poder pasar de la estrategia y planificación teóricas a su implementación efectiva.

Si a todo este proceso inicial de definición le acompañamos además de un proceso de coaching de acompañamiento en dicha implementación, conseguimos entonces el “beneficio 360 grados”: mejores soluciones a un mejor diagnóstico + soluciones realmente puestas en práctica + dinámicas de trabajo en equipo sostenidas en el tiempo.

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